Desde su ordenamiento como tal, en época de los Reyes Católicos, la plaza ha sido lugar de mercado y donde se hallaban los pilares o fuentes de agua corriente. Sirvió igualmente como estrado para funciones teatrales, coso para corridas de toros a la jineta, marco de ajusticiamientos, mascaradas, luminarias, juegos de cañas y procesiones. Aquí recibía el pueblo a los monarcas y miembros de su familia en sus regias visitas, aquí también se proclamaba fidelidad a un rey cuando subían al trono o se cumplía con el duelo cuando fallecía. En esta gran plaza de traza rectangular fueron añadiéndose los edificios del poder desde inicios de la Edad Moderna hasta hoy.
De la fisonomía actual de la propia plaza destaca la presencia, en su centro, de una fuente neobarroca de mármol de finales del XIX, obra del taller lisboeta de Germano José do Salles. De un gran estanque circular emerge un pedestal con amorcillos que, montados sobre delfines, van haciendo sonar unas cornucopias. Sobre este pedestal asientan sendos estanquecillos a modo de bandejas circulares, profusamente decorados con motivos vegetales. El conjunto remata en un capitel corintio.
Los soportales que se conservan, y que circundaban todo el recinto, son fruto de varias reformas. En sus diferentes fachadas se encuentran El Palacio de Los Mendoza, La Casa de Los Pacheco, El Círculo Emeritense, La Casa Consistorial, El Palacio de La China y en una esquina la Concatedral de Santa María.
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